Memorias de mi papá

Cuando murió mi papá, hace un año, empecé a entender que las historias que tantas veces me había contado iban a desaparecer definitivamente junto con él. Me sentí culpable por escucharlas muchas veces de manera desprevenida, seguramente presumiendo que las oiría nuevamente. Hace un par de años, un amigo que está haciendo una investigación sobre la explotación de las esmeraldas, en la que participó mi papá, lo entrevistó y grabó sus conversaciones. Es el único registro que conservo de su voz. Cuando oí aquellas entrevistas, en las que mi papá cuenta las mismas historias, las mismas bromas cuya repetición alguna vez me pareció molesta, pude dimensionar la injusticia que cometía, ya sin redención posible. 

Decidí entonces que quería escribir sus memorias a partir de todo lo que alguna vez me contó, antes de olvidarlo sin remedio. El ejercicio no fue nada fácil, no tanto por que se pusiera a prueba mi memoria, sino especialmente porque se ponía a prueba el sentido mismo de nuestras relaciones como padre e hijo. Me senté a escribir como si se tratara de diligenciar datos en un formulario, pero pronto descubrí que estaba en medio de un pantano psicoanalítico y literario. 

Más que unas memorias pretendidamente objetivas, terminé escribiendo en un doble o triple registro, derivando entre lo que sabía sobre mi papá, lo que creía sobre él, lo que pensaba y pienso sobre mí mismo en relación con él y con su entorno. En fin. El resultado es un documento de 43 páginas que además está poblado de notas al pie que se fueron haciendo imprescindibles conforme avanzaba en la escritura: no son únicamente comentarios al margen que puedan obviarse o dejarse para el final, de manera que recomiendo leerlos siguiendo el propio ritmo del texto. 

El documento es de libre acceso y su único objetivo es que la historia de mi papá, que no es necesariamente extraordinaria, permanezca más allá de la poco confiable memoria de quienes lo conocimos.

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