Cuatro décadas, cuatro canciones

Como todos sabemos, aunque pretendamos ignorarlo, en cuestiones de cumpleaños cumplir significa terminar, agotar, no iniciar. Como este año cumplo 39, la verdad es que empiezo a tener 40. Cuatro décadas.
Hace poco escuché por casualidad una canción que me transportó inmediatamente a mi recuerdo más general de la década de 1980, a la atmósfera de una década que, aunque viví, sobre todo he tenido que imaginar. La melodía debía estar alojada en un lejano rincón de mi sistema límbico, pero eso es precisamente lo que hace la música: moldea nuestra experiencia y nuestra memoria aún a pesar de nosotros. Luego, claro, cuando consulté sobre la canción descubrí que realmente es de 1991: a mis once o doce años no me debía preocupar mucho por el rigor histórico. 
Decidí hacer este ejercicio: identificar una canción que represente cada una de estas cuatro décadas. (Spoilers: en cinco meses entramos en la década de los años veinte). No la mejor canción, o la que más me guste, sino la que represente mi idea y mi experiencia de cada década. Es la canción que me recuerda cómo suena esa década.

1980: Es un largo, largo camino

Como ya anuncié, Pandora’s box es de 1991. Probablemente la escuché en esas jornadas surrealistas de radio de pilas durante el apagón de Gaviria (¿la iniciación musical de una generación?) Para mí, su eco lejano es capaz de traer el espíritu mismo de los ochenta. Esa mezcla dramática y de algún modo decadente de pop sintético y balada. El sonido brillante de los sintetizadores. El coro, tan similar al de aquel clásico inapelable de 1985, Take on me, poblado de os alargadas: taaake ooon me // its a looong, looong way.
Y luego el exotismo, la exageración de los gestos, los ojos entornados, las voces engoladas; esa visión glamurosa de la belleza. Esa mezcla imposible de romanticismo y expresionismo. Claro, estoy mezclando la canción con el video musical. Tal vez es otra licencia poética que puedo permitirme a esta edad. De hecho, no voy a dejar de hacer referencia al nombre de la banda, que por supuesto no conocí hasta hace muy poco, pero que no podía ser más apropiado: Maniobras Orquestales en la Oscuridad. Perfectamente ochentero. Maniobras Orquestales en la Oscuridad. Qué bella síntesis del sentido histriónico de la década en plena Guerra Fría. Una década en la que me sentía inmortal, como cualquier niño. La ilusión y la ingenuidad de esa vida sin límites quedaron enmarcadas de modo inexplicable en esta canción. 

  

1990: El espíritu de la calle

No tengo ninguna duda de que la experiencia más importante de cualquier adolescente es salir de la casa. Salir a la calle. Para mí, la década de 1990 realmente tiene sólo tres años: 1997, 1998 y 1999. Son los años después del colegio, que sigue siendo una extensión de la casa y del barrio. La calle estaba más lejos, en el centro de la ciudad. Y es eso lo que recuerdo con más fuerza y más afecto: esa melancolía histérica de las interminables conversaciones existencialistas entre cervezas o cajas de moscatel. No hay ningún sonido que exprese esa emoción mejor que el oscuro arrullo de Thom Yorke en Radiohead.
Street spirit es de 1995. Como muchas canciones de Radiohead, combina con precisión la desesperación y la esperanza para terminar con un llamado efusivo: “immerse your soul in love”. Por supuesto, lo que recuerdo mejor es el video, casi puedo describir con detalle la primera vez que lo vi. Esa danza fantasmal en medio de la noche, el juego de sombras. La década de 1990 es LA década de los videos musicales: ese es su género. Cuando pienso en esos años tengo que acudir a los videos de Jonathan Glazer, Spike Jonze, Walter Stern, Floria Sigismondi y, sobre todo, Michel Gondry. El espíritu de la calle es audiovisual. El espíritu de la calle es nostálgico y poderoso.


2000: Levántame más alto

Esta es la década de la conquista de la autonomía. Una década de euforia. Pero también es la década de la hybris. Los griegos tienen una palabra para todo. La hybris expresa un exceso de confianza en sí mismo: soberbia, desmesura, pero también torpeza. Esta es la década de las reuniones que lo celebraban todo. Las reuniones que terminaban con alguien que se lanza de un balcón mientras suena Joy Division. O improvisando sin mucho ritmo sobre la tonada vallenata de El amor-amor. La década de la cinefilia; de los míticos Cahiers de DVD. 
Moby ha dado dos conciertos en Bogotá: en 2005 y en 2010. Estuve en ambos, saltando, cada vez más alto. Moby nunca dejó de correr de un extremo al otro del escenario, con una energía inaudita. Desde que oí Play, al inicio de la década, supe que estaba ante un sonido lúcidamente contemporáneo. 
Lift me up es de 2005 y es pura hybris: una autopista a toda velocidad, la altivez desafiante de Moby en la guitarra. Una década exigiendo subir cada vez más alto, making us bold / so strong out and cold.


2010: La brújula se mueve

La década de 2010 me recuerda un verso de Billy Collins: “posábamos muy quietos para nuestros retratos mientras Europa temblaba”. Estos son años de crisis global y, en general, de tranquilidad personal. Años de clase media y apacible vida suburbana; de parques y perros y helados. Años luminosos de vida en pareja, en los que la feliz negociación del gusto significó para mí el descubrimiento de talentosos músicos latinoamericanos como Luciano Supervielle, Natalia Lafourcade, Lucrecia Dalt o Juan Campodónico.
1987 es una canción de 2011. La compuso Campodónico y la interpreta Jorge Drexler. Es una música sutil, sofisticada, que no parece tener necesidad de giros dramáticos. En el primer verso resume la década aún mejor que Collins: “moviéndonos hasta lograr no estar ningún lado”. La canción es precisamente sobre un viaje en el tiempo, hacia el pasado, hacia la ingenua seguridad del pasado. A la década imaginada de 1980. La música del futuro apunta hacia el pasado a través de un viaje interestelar. En la última escena del video, su protagonista se encuentra consigo mismo en una versión alternativa. La brújula se mueve y el corazón vacila.

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