Sobre el determinismo tecnológico


Recientes asuntos personales (¿institucionales?) que no vale la pena reseñar aquí me han llevado a retomar una obsesión: la pregunta por el determinismo tecnológico. Es decir, la amplia serie de preguntas que pueden derivarse de allí: ¿estamos realmente ante un nuevo orden social determinado por el cambio tecnológico?, ¿el desarrollo tecnológico contemporáneo es proporcionalmente mayor al de cualquier otro momento?, ¿los mercados fundados en estos desarrollos son capaces de crear nuevo valor o simplemente parasitan otros mercados? Y un largo etcétera. Sobre estas cuestiones hay bastante literatura académica disponible. Si realmente les interesa, les recomiendo empezar por los textos, digamos que ya clásicos pero muy influyentes, de Langdon Winner. 

Pero no voy a reproducir un debate académico en este blog. Como decía, la pregunta por el determinismo tecnológico acecha mi futuro inmediato. Lo voy a decir simplemente: me siento cada vez más presionado para aceptar que la naturaleza de las cosas que hago será transformada por el cambio tecnológico. Pero me resisto a sumarme al eslogan de la adaptación como forma de vida. Porque soy conservador, claro (tanto así que escribo en un blog, y hasta haciendo lo posible por no cometer faltas ortográficas), pero también porque me molesta el consenso cuando parece tan sencillo, tan “evidente”. 

Todavía puedo encontrar razones más prosaicas para explicar mi resistencia: me son profundamente antipáticos los yuppies que llevan el evangelio del cambio tecnológico a todas partes, tableta en mano, con el argumento chantajista de lo inevitable. Estoy harto de las gráficas (sin fuentes) que ostentan con orgullo las cifras del “giro digital”: que si producimos más información en un segundo que la que un hombre medieval producía (o recibía, las versiones cambian) en toda su vida (queda la duda sobre lo que un hombre medieval entendería por “información”); que si hay más teléfonos móviles que personas; que si hay más conexiones inalámbricas que [introduzca aquí su paradoja favorita]. Expuestas hasta la náusea, estas infografías parecen versiones contemporáneas de los íconos religiosos, y los yuppies evangelistas digitales no pierden la oportunidad de acompañarlas con bromas insípidas sobre la velocidad del cambio tecnológico, o con anécdotas que infantilizan a sus auditorios para cambiar el chantaje por la condescendencia. 

Estoy harto, también, del “buenismo” digital: que el teletrabajo no trae más que ventajas, mejora el tráfico, el medio ambiente, la vida familiar; que la educación virtual significa mayor interactividad (¡¿?!), más flexibilidad, mejor acceso a la información; que la edición virtual nos libera del desastre ecológico de la impresión en papel; que cada nuevo gadget corporativo nos hará mejores personas, más felices, más productivas. En fin, oponerse a estas maravillosas transformaciones no puede ser más que signo de mala fe o la profunda amargura de las generaciones que perdieron todo su capital cultural ante el descreimiento de los “nativos digitales”. Tan lejos ha llegado esta aparente ingenuidad sobre las posibilidades tecnológicas que ya se supone de entrada que el fin natural de cualquier desarrollo tecnológico es “mejorar nuestras vidas”. Evgeny Morozov ha llamado a este fenómeno “solucionismo tecnológico”, y ha escrito un libro dispuesto a crear polémica que me gustaría traducir como “Haga click aquí para salvar el mundo”.

Es difícil, se entiende, discutir en este contexto. El determinismo tecnológico se ha instalado como una ideología dominante. Pero, ¿son ciertas sus cifras?, ¿son precisas y están puestas en contexto?, ¿o estamos hablando todavía de élites tecnológicas urbanas como si no quedara nadie más en el planeta? E incluso si nos referimos a esas élites, ¿todo ha cambiado para bien en sus vidas?, ¿no tienen capacidad (o interés) para resistir el cambio? De hecho, la pregunta clave es si el mercado es el principal (o el único) actor determinante en este proceso. A mí me parece cada vez más que es así. De manera que mi molestia es al mismo tiempo conservadora y, digamos, mamerta. 

El argumento de un cambio tecnológico irreversible y acelerado es la mejor estrategia para la introducción de nuevos actores económicos en cualquier sector (educativo, industrial, el que se quiera) ya establecido. Un grupo de yuppies entusiastas, tableta en mano, ojalá con los aires globales de una carrera laboral en Miami (nunca en otro lugar) y alguna etiqueta pretenciosa del tipo “Executive management coach”. Intermediarios, como manda el posindustrialismo, que prometan mejorar la gestión, los procesos administrativos, los sistemas de información, cualquier asunto que no comprometa demasiados recursos pero que pueda cobrarse caro. Si hay razones para desconfiar del determinismo tecnológico, esta es una muy importante. Entre más crece la para-institucionalidad de los gurús digitales, más desconfiado estoy yo sobre el discurso del cambio tecnológico. Pero entiendo que mi opinión no sólo es marginal, sino que seguramente debí hacer una infografía si de verdad quería convencer a alguien. 

Comentarios

  1. Lo de la infografía hubiera sido de utilidad (jeje…), sin embargo aclaro que las infografía se usan hacen muchos años en papel, así que no entendí la relación tan fuerte que le ve a las infografías y el determinismo tecnológico. Frente al consumo de información me parece importante más enfocarlo a una escala mayor “consumo energético” así se pueden dejar de lado el discurso tecnocentrista. https://es.wikipedia.org/wiki/Escala_de_Kardashov pero frente a consumo de medios la cuestión es que está respaldado con infografías (que facilitan la toma de decisiones) que provienen de estudios concretos de fuentes de información reales, a personas y contexto reales ( aquí una fuente https://www.thinkwithgoogle.com/topics/consumer-behavior-trends.html ), cosas que lastimosamente escapan del mundo análogo. Por otro lado existen algunas tendencias que sin el factor tecnológico no se darían le dejo aquí un enlace que va más allá de mercachifles/yuppies que usted comenta y lo invito a su lectura http://www.nmc.org/publication/nmc-horizon-report-2016-higher-education-edition/ . Aclaro que estoy de acuerdo con el tema de los “Yuppies entusiastas” no sé si me considere uno, pero yo lo veo solamente como “una persona que se vale de las cifras para vender algo pero nunca se ha untado las manos y por ende solamente ve cosas generales y no las complejidades de la situación”. De ser así estoy totalmente de acuerdo. Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pablo, gracias por comentar. Se nota que este debate va para largo. Está bueno el reporte de NMC y Educause; es más serio que la mayoría de cosas que se ven sobre ese asunto (aunque igual se trata de dos iniciativas privadas con intereses comerciales en el campo). Creo que lo que más me interesa es lo que ellos llaman "Desafíos muy difíciles: aquellos que son difíciles incluso de definir y mucho más de solucionar", entre los que incluyen el problema de la legitimidad misma de la educación... Gracias por el dato. Lo demás me pareció muy confuso: para mí (lo siento) lo de la escala de Kardashov es ciencia ficción, y me parece que el uso de "minería de datos" para la investigación de mercados prueba precisamente mi punto sobre el parasitismo de nuevos actores económicos intermediarios. Ahora: la verdad es que me encantan las infografías, sólo estaba intentando caricaturizar un poco las presentaciones típicas de los yuppies que usted llama "mercachifles".

      Eliminar

Publicar un comentario