13 canciones de David Bowie. Una antología comentada.

Han pasado casi tres meses desde la muerte de David Bowie y sigue siendo un tema recurrente de conversación con varios amigos. La tristeza va dando forma a la nostalgia. En medio del lamento colectivo en las redes sociales, alguien se preguntaba por qué nos afecta la muerte de personajes lejanos que nunca conocimos. Una buena respuesta es que efectivamente no conocimos a Bowie, pero él sí nos conoció a nosotros. De hecho, nos ayudó a ser quienes somos; nos identificó: nos dio una identidad. En cincuenta años de carrera musical, Bowie grabó 26 álbumes de estudio, y si incluimos sencillos, lados B, proyectos, bonus-track para antologías, bandas sonoras, en fin, en total, compuso unas 400 canciones. Y cada una de esas canciones nos sugirió ideas, nos hizo preguntas, nos contó historias, creó atmósferas nuevas para nosotros, nos despertó sentimientos o emociones como sólo la música puede hacerlo. De eso estamos hechos.

Casi tres meses, entonces, para que yo logrará encontrar una reacción adecuada a la muerte de Bowie en este blog. Es mi propio álbum antológico de Bowie. 13 canciones de casi 400. Como debe ser evidente, fue una tarea difícil que empezó con una larga lista que fui recortando penosamente, lentamente, oyendo una y otra vez cada opción posible, ponderando cada elección como si allí se jugara una parte de mi vida: 15 años (y contando) de seguimiento incondicional a la música de Bowie.

Piensen en esta lista como en cualquier otra antología de David Bowie, sólo que comentada. Y muy personal, claro. Yo diría que está pensada para ser escuchada, preferiblemente, por personas simplemente curiosas por Bowie, que no se consideran expertas, que quieren entender todavía todo ese ruido que los fanáticos hemos hecho en los últimos meses. Esta antología trata de ser representativa de la diversidad de la música de Bowie: inicia con una de sus primeras canciones, de 1966, y termina, exactamente 50 años después, con una de 2016. Hay 2 canciones de los años sesenta; 4 de los setenta (inevitable); 2 de los ochenta; 2 de los noventa; 2 de la década pasada y 1 de esta década. La idea, claro, es que se tomen el tiempo de escuchar las canciones con atención.

1. De David Bowie (1967): Rubber Band [1966] 

Bowie tenía 19 años cuando compuso esta canción para su primer álbum. Para ese momento era un cantante folk más bien inofensivo y sus composiciones tenían un tono humorístico que, en todo caso, nunca perdieron del todo si uno se fija bien. A Bowie, como a Duchamp, siempre le gustaron los juegos de palabras, y esta canción es una buena prueba desde su propio título: una “banda de goma” que es también una “orquesta de goma”, de juguete. La historia es simple: la banda de goma toca las canciones desafinadas y su líder se lleva a la amada del cantante mientras éste va a la guerra. Al final, puede oírse al despechado cantante deseando mala suerte al usurpador: “espero que se rompa tu batuta”. Tengo que confesar que esta canción me divierte y me sube el ánimo. Creo que Bowie nunca perdió de vista esta dimensión circense de su música, como prueba el clown que creó como personaje para su álbum de 1980, Scary Monsters.


2. De Space Oddity (1969): Space Oddity

Aquí es exactamente en donde suelen empezar las antologías de Bowie, y por muchas buenas razones. En apenas tres años, Bowie había dado el salto definitivo que marcaría su carrera: había descubierto la posibilidad de crear personajes con su música, a veces alter egos. En este caso, Space Oddity (otro juego de palabras: el chiste de cambiar odyssey [odisea] por oddity [rareza]) cuenta la historia del Mayor Tom, un personaje que cruza toda su discografía y aparece de nuevo en canciones como Ashes to Ashes o Hallo Spaceboy, y del que se despide en el video de Blackstar. Aunque la mayor parte de este disco sigue siendo primordialmente folk, Space Oddity se arriesga con el uso de sintetizadores y efectos de sonido (la base es todavía la guitarra acústica). Sorprende también el sentido de oportunidad de Bowie en el contexto de la carrera espacial y el viaje a la luna: creó un himno espacial que en 2013 se convirtió en la primera canción en ser grabada, literalmente, en el espacio exterior.


3. De The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972): Rock and Roll Suicide

Siguiendo la onda espacial, Bowie creó su primer alter ego: un rockstar marciano al que llamó Ziggy Stardust. Es conocida la historia del problema de personalidad que esta creación significó para un joven genial de apenas 23 años. Ziggy superó a Bowie, lo parasitó. La canción que tal vez expresa con mayor contundencia esta temprana crisis creativa y existencial es precisamente Rock and Roll Suicide: “eres demasiado viejo para perder, y demasiado joven para escoger”. La canción inicia como una balada folk pero rápidamente se transforma en un rabioso poema suicida. La voz de Bowie cambia: suena grave y hasta cansada (algunos dirían “madura”). Ziggy se lleva consigo a todos los jóvenes desesperados y les anuncia que no están solos: “Oh no love! you're not alone / No matter what or who you've been / No matter when or where you've seen”. Con esta canción, Bowie perfila su figura de profeta.


4. De Young Americans (1975): Young Americans

Este álbum marca el inicio de la carrera de Bowie en los Estados Unidos, como parte de la larga estela de la “invasión británica” que habían iniciado los Beatles y los Rolling Stones una década atrás. De nuevo, Bowie supo leer perfectamente el contexto: el guayabo post-Vietnam definía a una nueva generación de jóvenes gringos. Al mismo tiempo, la década se definía musicalmente por la fuerte presencia del soul y el rhythm and blues, que Bowie recogió con maestría en esta canción, en la que los vientos empiezan a tomar protagonismo en sus composiciones. Young Americans resume la historia musical de ese país: desde el góspel hasta el disco. La bruma de Ziggy Stardust y de Aladdin Sane parecía dar paso a una nueva era de optimismo, aunque apenas un año después Bowie se transmutaría de nuevo en el Duque Blanco, quizá su personaje más oscuro. Como siempre, las letras son demoledoras: Bowie describe al joven americano promedio, ingenuo y presumido, y le pregunta: “¿recuerdas a tu presidente Nixon?, ¿te acuerdas de las deudas que tienes que pagar?, ¿te acuerdas, al menos, de lo que pasó ayer mismo?”


5. De Station to Station (1976): Wild is the Wind

Bowie contó en varias entrevistas que la época en que grabó este disco fue tal vez la más difícil de su vida: sumido en las drogas y la depresión, pocos años después se divorciaría de Angela Barnett, su primera esposa. Paradójicamente, en este álbum apareció mi canción preferida de Bowie, y la que más me ha marcado personalmente, para bien (el día en que murió Bowie, esta fue la canción que Claudia, mi esposa, eligió para despedirlo y homenajearlo: nuestra canción). Y es paradójico, además, porque no es ni siquiera una composición suya. Wild is the Wind es una balada clásica de la edad de oro de Hollywood, compuesta en 1957 y mil veces versionada desde entonces, incluyendo una famosa adaptación de Nina Simone, de 1959, que es probablemente la que llevó a Bowie a intentar su propia versión. Es conocida la fuerte amistad que hubo entre Bowie y Nina. La interpretación de Bowie es tan poderosa que, por muchas veces que la haya oído, de vez en cuando logra conmoverme hasta las lágrimas. Aunque he decidido usar únicamente el audio de las canciones en esta entrada, vale la pena ver el video de esta: Bowie completamente desprovisto de artificios, acompañado por una banda bastante sobria (guitarra, contrabajo, batería y un saxofón que, de hecho, nunca suena). Y su voz. Aquí está, por si faltaba, la prueba del excelente cantante que fue Bowie y de la variedad de sus registros.


6. De Low (1977): Sound and Vision

Se habla mucho de la “trilogía de Berlín”, el renacimiento creativo de Bowie en un viaje por Europa, en el que empieza una importante colaboración con Iggy Pop y, sobre todo, con Brian Eno, Klaus Nomi o Philip Glass, músicos académicos, vanguardistas, experimentales, electrónicos, minimalistas. De esos tres discos, mi preferido es, de lejos, Low, un álbum que vale la pena escuchar siempre de principio a fin, porque está pensado como una sola obra, una especie de sinfonía. Al principio puede parecer difícil, pero es precisamente por tomar estos riesgos que Bowie es reconocido como alguien siempre capaz de reinventarse y de expandir las fronteras de la música. Sound and Vision condensa muy bien el espíritu experimental de Low: es una pequeña joya minimalista que deriva sobre una pregunta fundamental para cualquier artista: “¿te preguntas/asombras alguna vez por el sonido y la imagen?”.


7. De Let’s Dance (1983): Modern Love

Cinco años después de la experimentación europea, Bowie está de vuelta en Estados Unidos para tomarse definitivamente la escena pop, en el otro extremo de sus posibilidades musicales. Let’s Dance es seguramente su álbum más rumbero (y estoy consciente de lo mucho que esto revela sobre mi idea ochentera de lo “rumbero”), y también el más exitoso comercialmente. Sólo en 1983, Bowie realizó 96 conciertos en los que vendió casi tres millones de entradas. A mí la verdad es que Modern Love me obliga a tararear y a mover los pies (si estoy en un lugar público, en privado la bailo como un poseído). Es una de esas canciones que inyectan tanta energía que dan ganas de correr, como en esta bella secuencia de Frances Ha (los puristas prefieren una secuencia similar en Mala Sangre, de Leos Carax). Es curioso, pero característico de Bowie, que semejante himno pop esté cruzado por una ironía desencantada: “ni Dios ni el hombre creen en el amor moderno”.


8. De Tonight (1984): Absolute Begginers

Absolute Begginers fue compuesta para la banda sonora de una película homónima. Es muy elocuente que la película haya sido totalmente olvidada pero no la canción. Entre otras cosas, esta es una canción que le gusta a D, y ahora que él y su esposa van a ser padres, “absolutamente principiantes”, me los imagino como en la canción: “con los ojos completamente abiertos”, atentos pero nerviosos. Este es sobre todo un homenaje a ellos.


9. De Earthling (1997): I’m Afraid of Americans

A finales de la década de 1990, Bowie inició una nueva etapa experimental, esta vez con el rock electrónico e industrial. Sus colaboradores clave para este momento fueron Trent Reznor, de Nine Inch Nails, y Brian Molko, de Placebo. Siempre supo mantenerse en contacto con las generaciones más jóvenes de músicos, y en la década de 2000 se convirtió en el padrino y el productor de muchos nuevos grupos, como Arcade Fire. Lo más interesante de I’m Afraid of Americans es que cierra genialmente un ciclo abierto décadas atrás con Young Americans: el joven ingenuo de la primera canción es ahora un sociópata: Johnny (personificado por el propio Reznor en el video de la canción). Y la admiración curiosa que los gringos post-Vietnam le despertaban veinte años atrás es ahora puro temor: la Guerra del Golfo está todavía cerca, y ya se avecina la era Bush. Bowie vuelve a su perfil profético, esta vez apocalíptico: “Nadie necesita a nadie; ni siquiera pretenden hacerlo”. Un dato suelto: para la gira de este álbum, Bowie vino por segunda y última vez a Latinoamérica (Brasil, Argentina, Chile y México).


10. De Hours (1999): Something in the Air

Ya he dicho que se habla mucho de la “trilogía de Berlín”. Para mí, sin embargo, la trilogía definitiva en la discografía de Bowie es la que componen Hours, Heathen y Reality entre 1999 y 2003. Casi podrían ser un solo álbum, de tres movimientos, como en las sinfonías clásicas: Hours es un allegro, Heathen un adagio, y Reality un allegro ma non troppo. Las circunstancias son bien distintas a las de la década de 1970. Ahora Bowie es un hombre de familia: se ha casado con su segunda esposa, Iman Abdulmajid, y en 2000 nació su hija Alexandria. Estos tres álbumes parecen expresar la plenitud de un espíritu creativo que al fin toma un respiro. Tal vez por eso me gustan tanto, porque soy al mismo tiempo un conservador y un romántico. Something in the Air es una canción de despedida, pero no de despecho, y logra encontrar belleza incluso en un momento de crisis: “Lived with the best times / Left with the worst / I've danced with you too long / Nothing left to say”.


11. De Heathen (2002): Sunday

Heathen es, para mí, el mejor álbum de Bowie. Como pasa con Low o con Black Tie White Noise, está pensado para oírse como una obra compacta, algo que ya no pasa con muchos discos. Aquí se combinan con sobriedad y hasta con solemnidad los elementos experimentales de su música. Sunday es una canción llena de matices, que exige ser escuchada con atención, que atrapa como el pop y confronta como un recital de poesía. Integra un fondo de sonidos electrónicos que siempre parecen a punto de acelerarse, con la voz grave de Bowie soportada en las intermitentes explosiones de la batería. Mientras que en 1972 Bowie hacía el elogio adolescente de los cambios (Changes), ahora, en Sunday, nos dice que “todo ha cambiado, pero, en realidad, es el comienzo de la nada: y nada ha cambiado”. Y el miedo que sentía en I’m Afraid of Americans se ha transformado en una búsqueda espiritual: “In your fear, seek only peace / In you fear, seek only love”.


12. De Reality (2003): New Killer Star

Pero no nos pongamos (todavía) melancólicos. Bowie hacía, sobre todo, rock and roll. Y lo hizo tan bien a sus 20 como a sus 50 años. El rock más enérgico y “guitarrero” siempre fue posible en medio de la experimentación, de sus orígenes folk, de su (mi) gusto por la balada. El Reality es un álbum rockero, y New Killer Star es una canción que hace que uno se pare de la silla. También fue el último álbum de estudio de Bowie hasta su improbable regreso, diez años después, con The Next Day, en donde ya empezaba a despedirse. Ya lo he dicho. El Reality es allegro, ma non troppo.


13. De Blackstar (2016): Lazarus

Y así hemos llegado a lo inevitable. Bowie sabía de la inminencia de su muerte y decidió grabar un álbum final, de despedida. Es un álbum denso, tiene influencias del free jazz, ecos de Heathen, poesía, sonidos que parecen venir del espacio exterior, más antiguos que Ziggy Stardust. En Lazarus, Bowie es explícito: “Mírenme, estoy en peligro, no tengo nada más que perder”. El video de la canción es contundente: la lucha de un cuerpo moribundo contra un alma creativa que escribe furiosamente sobre un papel, dispuesta a crear hasta el último minuto. Todos vimos el video de Lazarus cuando se lanzó en diciembre de 2015, y al ver a Bowie moribundo pensamos que se trataba de alguna alegoría confusa sobre los tiempos que corren. A nadie se le ocurrió que dramatizaba su propia muerte, como había dramatizado la mitad de su vida. Estaba creando el personaje final: Lázaro, el que regresa de la muerte. Y regresó.

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