Preferiría no hacerlo

José Juan “Chiquitín” García fue quizá el miembro más prolífico del Gran Combo de Puerto Rico; se calcula que a lo largo de su carrera musical compuso unas 500 canciones, muchas de las cuales han sido grandes éxitos. A sus 60 años, a inicios de la década de 1980, compuso “Y no hago más na’”. La canción fue incluida en el álbum de 1983 “La universidad de la salsa”, uno de los más populares del Gran Combo. Todos conocemos esta canción, no creo que sea necesario citarla en extenso. Basta con recordar que narra la rutina diaria de un hombre que no trabaja y celebra el ocio de una vida simple. La canción ha sido cantada y bailada por décadas, y es común que en medio de fiestas y celebraciones suscite comentarios fantasiosos sobre vacaciones eternas en el Caribe: “qué bueno es vivir así, comiendo y sin trabajar”, dice el conocido coro. 


Algo que siempre me ha llamado la atención sobre esta canción es que no sólo celebra el ocio sino que además hace militancia contra el trabajo: “yo nunca he doblado el lomo y no pierdan su tiempo, no voy a cambiar”. Esta orgullosa proclama es interesante de muchos modos: identifica el trabajo con una forma inaceptable de subordinación (“doblar el lomo”), y sugiere también que en el ocio hay una forma de afirmación individual que, por contraste, se resigna en el trabajo, alienante por definición. Nada más lejano de la ética protestante del trabajo que usualmente se entiende como pilar de la modernidad. De hecho, parece una noción más cercana a la imagen bíblica del trabajo como castigo (desde la misma expulsión del Paraíso). Esta imagen aparece también en el clásico “El negrito del Batey”, de la Sonora Matancera, grabado tres décadas antes de “Y no hago más na”.

La ética propia de estas posiciones viene a cuento porque el personaje de “Y no hago más na” no es sólo un Bartleby del trabajo o un antihéroe weberiano: es un estafador que acepta abiertamente que cobra una pensión del seguro social por una supuesta invalidez: “recibiendo la pensión por loco, de loco yo no tengo na, ¡listo que soy!”. Semejante detalle suele escaparse a los oyentes de la canción, pero no es menor. De hecho, para algunos comentaristas esto es lo que convierte la canción en un clásico puertorriqueño; no por azar los republicanos suelen llamar a Puerto Rico “la isla de las prestaciones sociales” [welfare island]. En este artículo de la revista Cluster Mag se dice que la canción es “un homenaje a todos los parásitos que engañan al sistema [del Estado de bienestar]”. 

En todo caso es difícil no sentir afecto (y envidia) por el personaje de la canción. Al menos yo lo siento así, y suelo imaginarme a mí mismo “comiendo, durmiendo y no haciendo na”, más o menos como en estas semanas de vacaciones. Por eso quedé desconsolado (y desilusionado) cuando me enteré, por el mismo artículo que acabo de citar, de la reedición que se hizo en 2011 de “Y no hago más na”, reescrita y llamada “Echar pa’lante”. El video tiene una introducción en la que los miembros del Gran Combo dan mensajes positivos y recitan frases de cajón como si fueran yuppies ingenuos, y no viejos curtidos, rumberos y millonarios. 

Tal vez lo más triste de todo es que esta retractación (o rendición) histórica ante la ética contemporánea del emprendimiento hacía parte de una campaña del Banco Popular de Puerto Rico, dirigida por JWT y ganadora, de hecho, de un león de oro en Cannes. Y no puedo dejar de anotar que Cartagena Enterprises, dueña de los derechos de la canción, le cobró a la agencia nada menos que 90.000 dólares por su uso. Todo esto no deja de ser muy elocuente sobre el espíritu neoliberal de nuestros tiempos. A mí me hizo dar un poco de nostalgia sobre los buenos tiempos (que precisamente empezaban a terminarse en la década de 1980) en que no estábamos obligados a asistir a charlas de liderazgo empresarial y coaching, y la holgazanería conservaba una cierta estimación picaresca.

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