El logotipo de Vladdo

Hace poco se hizo oficial la nueva imagen del aeropuerto El Dorado, el más importante del país, actualmente en proceso de ampliación. Opain, la empresa encargada de la renovación del aeropuerto, decidió dejar esta importante tarea en manos del caricaturista Vladimir Florez, conocido como Vladdo. El resultado fue, por decir lo menos, mediocre:
Un logotipo simplón y sin fuerza, con una tipografía convencional y un acento gráfico (el avión en la D) bastante previsible; tanto, que ha dado lugar a acusaciones de plagio; para la muestra una sola imagen de otro logotipo:
Pero no importa si hay o no plagio; el asunto es que se trata de un logotipo mediocre. Si quieren hacerse una idea de cómo luce y cómo se diseña un buen logotipo, miren este video sobre la imagen de los próximos juegos olímpicos. Todo esto puede parecer anecdótico (y puede que lo sea), pero tiene al menos una dimensión polémica: que se trata sin duda de un negocio millonario. El diseño de la imagen corporativa de una gran empresa (y El Dorado lo es) suele costar decenas de millones de pesos. Por supuesto, nunca sabremos cuánto dinero cobró Vladdo por este diseño, pero sí sabemos que no hubo ningún proceso de licitación o concurso previo, como también suele pasar cuando hablamos de negocios de este calibre (y de responsabilidades de este calibre).
Hasta aquí tenemos un caso de clientelismo tristemente típico en el país. Lo que me parece interesante, y lo que en realidad me impulsó a escribir esta nota, es que el citado caricaturista justifica su elección con una “sagaz” naturalización de su capital social.
Entre paréntesis: el capital social de Vladdo es en el fondo también muy típico en este país: se trata de un personaje que combina la farándula con el periodismo de un modo inteligente, de modo que aprovecha su exposición mediática para ser llamado a TODAS partes: como gurú tecnológico o como disidente político (o como diseñador de logotipos), eso no importa. Vladdo hace parte de una nueva generación de la estirpe de Poncho Rentería, tipos que saben de TODO o hablan de TODO. Una nueva generación en la que habría que incluir a Pirry, a Omar Rincón, a Fabián Sanabria…
Y en fin, el sagaz argumento de Vladdo al que me refiero puede leerse en esta entrevista que le hace el diario El Espectador, en la que se defiende de las inevitables críticas a la nueva imagen de El Dorado. Vladdo hace énfasis en que Opain no lo convocó para hacer el diseño: fue él quien decidió, “espontáneamente”, ir a Opain y presentar su propuesta. Dice Vladdo:
Un día pensé ¿por qué el aeropuerto nuevo de El Dorado no tiene un logo? Ahí mismo me puse a trabajar en un borrador y busqué a la gente de Opaín. Ellos vieron el logo y me dijeron “bueno trabajémoslo”.
No son pocas las cosas que aquí se omiten estratégicamente. ¿Cómo es aquello de “buscar a los de Opain”?, ¿qué se supone que debe hacer un diseñador “emprendedor” con ideas tan geniales como las de Vladdo?: ¿ir a Opain (¿dónde queda?) con una carpeta y hablar con quien esté a cargo (¿con quién?) y decirle: “se me ocurrió que podría interesarles este logo”, como quien vende productos naturistas? Claramente, las cosas no pudieron suceder así (no suceden así), y Vladdo naturaliza su capital social con el cinismo que tan útil resulta, precisamente, para reproducir el capital social.
Lo más perverso en esta fábula emprendedora es que el diseñador que no tiene amigos en Opain o en el coctel al que vayan los directivos de Opain, no sólo no tiene oportunidad de diseñar el logotipo (y uno bueno) sino que además sale regañado por no tener la iniciativa de “buscar a la gente de Opain”. Y por envidioso.

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